Llevamos medio siglo dedicando un día como hoy al Medio Ambiente. Todo empezó cuando percibimos que los recursos de los que disponíamos eran limitados y que las catástrofes ambientales eran un gran azote para la humanidad. A la estación del Medio Ambiente llega a su hora la Naturaleza con un mensaje en forma de virus. Los traductores de Naciones Unidas lo han interpretado como un aviso de que cuando destruimos la biodiversidad destruimos el sistema que sustenta la vida humana. Hemos alterado el delicado equilibrio natural, hemos invadido la vida silvestre, hemos reducido la diversidad genética y además hemos provocado una crisis climática de efectos aun incalculables.
Por todo ello la Naturaleza se ha revuelto con ese alarido en forma de virus. Basta ya, nos dice al descender al andén de la estación. Es el momento previsto para que por fin entendamos su trascendencia para nosotros. Su estrategia se ha basado en una demostración de su fuerza con un simulacro de invadir nuestras ciudades.
Hemos visto transitar todo tipo de animales por calles vacías, de tiburones y delfines en las dársenas de puertos inactivos, y de plantas emergiendo desde el asfalto o entre las grietas de acerados, en los bordes de caminos y en robustas infraestructuras. Nos ha hablado para decirnos que no nos necesita y que nosotros si requerimos de sus valiosos servicios.
La rueda de la humanidad, mientras, sigue rodando abriéndose en ella grietas con chirriantes crujidos ahora más estridentes que nunca. Las brechas de la alimentación, de la educación, de la salud o de la tecnología son cada vez más palpables. Es hora de parar el carro y recomponer esa rueda tan desequilibrada.
El agua de nuestro Mar está más cálida de lo normal. Barrunta que muchas noches de este verano será tropicales e incluso ecuatoriales. No será fácil conciliar el sueño. Será un buen momento para hacer propósito de enmienda y sufrir el dolor de nuestros pecados ambientales. La recompensa del perdón será el futuro.
Obama tiene la esperanza de que la juventud sea capaz de relegar del lienzo goyesco a esos gobernantes mercachifles con los que nos ha tocado convivir, responsables cuanto menos de que no se haya iniciado desde hace medio siglo la esperada desescalada ambiental. Es la hora de la Naturaleza, es la esperanza.