Cien días después regreso al Metro. Me siento seguro. Es un espacio de tranquilidad, un remanso de paz parafraseando a los más presumidos. Un territorio amable y amical gracias a los que allí trabajan, desde los operadores y conductores, hasta el personal de mantenimiento y de seguridad. Este retorno es una manera de sentir el inicio del regreso a la normalidad.
Pero nada será igual, y más que nunca refuerza el deseo de que la mancha oscura del fruto de esta morera con otra verde se quite. Un verde tan ecológico, que como nos recordaba el lema del pasado Día Mundial de la Biodiversidad ‘Nuestras soluciones están en la Naturaleza’, y que aun refuerza más el elegido para el próximo 5 de Junio con motivo del Día mundial del Medio Ambiente proclamando que es la hora de la Naturaleza. La biodiversidad, y en especial el conjunto de organismos que habitan el medio natural, es imprescindible para mantener un equilibrio global que nos proteja de alteraciones y catástrofes como la que hoy vivimos.
En Málaga supimos mucho de moreras, tanto del moral blanco como del negro. Su cultivo milenario estuvo muy extendido por toda la provincia hasta avanzado el siglo XVII. Los gusanos que con sus hojas se alimentaban producían una seda que servían para confeccionar un preciado y exclusivo tejido dorado. Cuando otros conocieron su manufactura la importaron y aquí cambiamos las moraledas por monocultivos especulativos de olivos y viñas, tan extensos que condujo al despreciar a los cereales básicos a pertinaces hambrunas y también a una pérdida importante de biodiversidad por el abandono de los suelos menos propicios.
La rueda de la humanidad, mientras, sigue rodando abriéndose en ella grietas con chirriantes crujidos ahora más estridentes que nunca. Las brechas de la alimentación, de la educación, de la salud o de la tecnología son cada vez más palpables. Es hora de parar el carro y recomponer esa rueda tan desequilibrada.
El Árbol de Píramo, como se conoció en la mitología a la morera, además de la fuente de inspiración de los grandes relatos de amantes que se quitan la vida al confundir el sueño con la muerte, es la base de la leyenda de los efectos de los frutos diferentes de las dos moreras.
Desde este séptimo asiento del Metro, donde escribo estas columnas, pido a Píramo que vuelvan a ser sus frutos verdes, capaces de limpiar la crispación indeseable, a los agoreros de la hecatombe económica que se blindan en una supuesta ciencia para hacer de nuevo, desde la especulación, más dividendos, y a las cotorras que vuelven con sus ajadas cantinelas. Retorno al metro con la ilusión de que todo será mejor que antes.